Los mexicanos son los peor pagados entre los países de la OCDE
La calidad de vida de los trabajadores y sus familias depende del sueldo, un rubro en el que –no obstante los aumentos registrados en años recientes en México– el país se ubica en el último escalón entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
En 2015, el salario mínimo real se ubicaba por debajo de países como Haití y de acuerdo con reportes del organismo “somos el país con más horas trabajadas por semana, lo que habla de una enorme tasa de explotación que se potencia por un ingreso pulverizado”, afirmó la maestra Rosa Albina Garavito Elías, investigadora del Departamento de Economía de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En suma, “trabajamos como los más y ganamos como los menos en el mundo”. A la recuperación salarial en los años finales de Peña Nieto, le antecedió una brutal caída, desde los años de la presidencia de Vicente Fox hasta 2017 el ingreso se mantuvo estable, dijo en la conferencia Los cambios en el mundo del trabajo.
“El mundo del trabajo en México es precario y redunda en condiciones de vida deplorables, que se suman a un proceso de pauperización laboral que tiene que ver con el avance tecnológico que ha planteado una flexibilidad, que ahora por ser ejecutado en casa lleva los costos a cuenta del trabajador y de ello está exento el patrón”.
Una de las características del llamado periodo estabilizador mexicano fue que subía el salario y el trabajo era permanente, pero ahora eso ha cambiado, por el tipo de contrato donde entran en juego otras opciones laborales que terminaron con su carácter permanente.
“La subcontratación es una máscara en las relaciones de trabajo, con la que se evita demandar a la empresa para reclamar mejoras o el cumplimiento de las condiciones”.
Otra característica del sector es el incremento en la actividad económica de las mujeres, expuestas a una discriminación laboral que se expresa en la desigualdad de ingreso, la falta de ascensos, el número de horas laborales y la relocalización de las fuentes de empleo.
México es ahora un país de migrantes. De tres de cada 100 personas que dejaban su lugar de origen en los años setenta del siglo pasado ahora lo hacen 11, porcentaje que ha generado redes de apoyo, pero a la par también ha crecido el tráfico de personas por parte del crimen organizado.
“A partir de la década de 1980 la migración dejó de ser un asunto binacional para convertirse en un asunto regional; así, la frontera de Estados Unidos se ha recorrido hasta Panamá, lo cual ha generado conflictos en los países, se ha transformado el mundo laboral en México pero también a escala mundial”, comentó la especialista.
En la conferencia organizada por el Departamento de Derecho de la Unidad Azcapotzalco de la UAM, estableció que ese fenómeno se relaciona con la desregulación económica, pues el capital tiene libre circulación pero no así el factor trabajo.
“Hemos observado obsecuencia de los gobiernos locales y federal para subordinarse al Consenso de Washington, que no es más que la estrategia neoliberal para recuperar la tasa de ganancia. En este proceso carecemos de una representación real de los trabajadores, toda vez que los llamados sindicatos charros, que no representan a sus integrantes, no han demandado mejoras salariales”.
De las exportaciones mexicanas, sólo diez por ciento es de componente nacional y la escasa remuneración salarial fue el gancho para atraer inversiones y que las empresas transnacionales se asentaran en territorio nacional.
La estructura de clientelismo y control fue promovida por el gobierno bajo el amparo de la Ley Federal del Trabajo, que evitó la libre sindicalización.
El surgimiento del movimiento ciudadano debilitó a las centrales obreras corporativas, aunque en ese contexto el capitalismo usó el outsourcing como el sustituto de la no representatividad de los trabajadores, al desaparecer la relación de trabajo.
“Para evitar esta subcontratación es necesario que el ámbito del trabajo se organice de forma independiente o cumplir con el acuerdo reciente para regular esa forma, que prevé contratar por esa vía solo las labores que su naturaleza lo permita”.
En torno al desempleo, Garavito Elías indicó que a pesar de la pandemia México reporta una tasa de 5.4 por ciento, aunque este indicador no refleja realmente lo que sucede, ya que el autoempleo es una forma de precarización.
Para poder brindar beneficios reales a la población, además de la reforma laboral, “debemos aplicar una política pública que incentive la inversión, el desarrollo científico y tecnológico, así como una de tipo fiscal para revertir la baja recaudación, que oscila en 16 por ciento del Producto Interno Bruto, de lo que sería posible obtener recursos para el bienestar social y la inversión pública en infraestructura”, finalizó.