Inteligencia Artificial y el Trabajo: ¿Hacia Nuevos Acuerdos Políticos?

El Trabajo y la IA

El trabajo ante los retos de la Inteligencia Artificial. Imagen: ChatGPT

Raúl Abraham López Martínez

Profesor en el organismo público El Colegio de Morelos

Director de la Revista Digital Independiente Voz Universitaria

La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en nuestras vidas ha sido tan abrupta como desconcertante. De pronto, algoritmos que antes solo aparecían en series distópicas están escribiendo textos, tomando decisiones y sustituyendo funciones humanas con una velocidad sin precedentes. ¿Qué nos queda a quienes dependemos del trabajo como medio de vida y como fundamento de dignidad?

Durante el 40° Foro Digital de Ciencias Políticas y Sociales, en el que tuve oportunidad de participar, discutimos esta inquietud desde distintos ángulos. Lo que allí se compartió —y lo que aquí retomo— no es un catálogo de respuestas técnicas, sino una invitación a formular las preguntas políticas que la tecnología no responde por sí sola.

Porque la inteligencia artificial, por más autónoma que parezca, no decide su uso ni su destino: eso lo determinan quienes concentran el poder económico, legislativo, tecnológico, mediático o simbólico. A nivel global, son los países con mayor poderío quienes definen esas decisiones. Por ello, repensar la IA desde una perspectiva política anclada en el sur global no solo es pertinente, sino urgente.

¿Quién define el futuro del trabajo?

Una de las ideas más repetidas es que la IA “va a sustituir empleos”. ¿Pero qué clase de afirmación es esa, sin sujeto y sin contexto? ¿Acaso no somos nosotros —los gobiernos, las empresas, las universidades, los sindicatos— quienes decidimos si un proceso se automatiza, si se capacita a los trabajadores o si se abren nuevas áreas laborales? ¿Por qué aceptar el determinismo tecnológico como destino?

En este sentido, lo que falta no es solo legislación, sino imaginación política. Imaginación para repensar el trabajo no como un sacrificio perpetuo, sino como una actividad que puede reorganizarse para generar bienestar colectivo. ¿Por qué no reducir las jornadas? ¿Por qué no usar esta tecnología para trabajar menos y vivir más?

La trampa del discurso productivista

Durante décadas, el trabajo ha estado regido por un mandato casi religioso: producir más, más rápido, más barato. Pero ese discurso —que muchos economistas aún repiten sin pudor— ha llevado al colapso ambiental, al agotamiento social y a la normalización de la precariedad laboral. La IA, lejos de liberarnos, podría amplificar ese modelo si no se le pone freno ético y político.

¿No es hora de poner en duda la centralidad misma del trabajo como lo hemos concebido? ¿De cuestionar la lógica que mide el valor de las personas por su productividad?

Hacia nuevos acuerdos políticos

Lo que propongo —y lo propongo como trabajador, como académico, como ciudadano— es que iniciemos un proceso de repolitización del trabajo frente a la IA. Que esta tecnología no se convierta en un nuevo instrumento de exclusión, sino en una oportunidad para redefinir los fines del trabajo humano, sus condiciones, su sentido.

No se trata de tecnofobia ni de nostalgia por un mundo que ya cambió. Se trata de disputar el horizonte. De evitar que el futuro nos sea impuesto por unos pocos bajo la apariencia de inevitabilidad. Porque detrás de cada automatización hay una elección. Y detrás de cada elección, una responsabilidad.

No se trata de temerle a la inteligencia artificial, sino de evitar que se imponga sin diálogo, sin ética y sin política.