Hacia un México inclusivo: el papel de las tecnologías para personas con discapacidad
Raúl Abraham López Martínez
Profesor-Investigador en El Colegio de Morelos
Director de la Revista Digital Independiente Voz Universitaria
En México, el tema de las personas con discapacidad suele abordarse desde los programas sociales, la infraestructura o el acceso a servicios. Pero detrás de la vida cotidiana de millones de personas hay una dimensión crucial que todavía no recibe la atención que merece: la relación entre discapacidad y tecnología. Conviene recordar que la tecnología no se limita a lo digital, en un sentido amplio, abarca todos los artefactos, instrumentos, herramientas y sistemas organizados que permiten ampliar capacidades, resolver necesidades y participar en la vida social.
Una prótesis, una rampa, una férula hecha en un taller comunitario, una silla de ruedas adaptada a caminos irregulares, un bastón, una impresora 3D capaz de fabricar piezas ortopédicas o un elevador funcional son tecnologías. Y cuando están diseñadas, producidas o adaptadas para atender las necesidades específicas de las personas con discapacidad, hablamos entonces de tecnologías para personas con discapacidad: un campo que en México sigue siendo insuficiente, disperso y, sobre todo, profundamente desigual.
La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2023 registró que 8.8 millones de personas, el 7.2% de la población, viven con alguna discapacidad (INEGI, 2024). Sin embargo, las tecnologías que podrían mejorar su movilidad, autonomía, educación o acceso al empleo no están disponibles en suficiente cantidad, no son asequibles o directamente no existen en el país. La falta de tecnologías para personas con discapacidad se convierte entonces en una barrera estructural que afecta desde la formación escolar hasta la independencia económica.
Además, esta falta de tecnologías afecta de manera particular a personas con discapacidad intelectual, incluyendo a quienes viven con síndrome de Down, para quienes las tecnologías de apoyo, como materiales didácticos adaptados, dispositivos de comunicación aumentativa, herramientas para la autonomía cotidiana o sistemas de señalización accesible, son fundamentales para su aprendizaje y su participación social. Su ausencia o limitado acceso amplifica las desigualdades educativas y comunitarias.
En México, hay casos en que una persona puede esperar meses para recibir una silla de ruedas que no responde a su contexto, adquirir una prótesis importada con costos imposibles o vivir sin dispositivos básicos que en otros países son parte del equipamiento estándar de bienestar. Además, muchas tecnologías, el diseño urbano, los transportes, los espacios públicos, los edificios, son diseñadas sin considerar la diversidad de cuerpos, capacidades y formas de desplazarse. Como señaló Langdon Winner (1987), toda tecnología expresa decisiones políticas; si los diseños no contemplan a las personas con discapacidad, la exclusión queda incorporada desde el origen.
El precio también profundiza el problema. El Global Report on Assistive Technology calculó que más de 2.5 mil millones de personas en el mundo requieren tecnologías de asistencia (OMS & UNICEF, 2022). En países de ingresos medios como México, la proporción real de acceso es mínima. Los dispositivos para movilidad, comunicación o apoyo funcional cuestan varias veces más que el ingreso promedio de una familia, haciendo que incluso quienes los necesitan con urgencia no puedan adquirirlos. Esta situación tiene implicaciones directas en la autonomía y la participación laboral: situación que se agrava al considerar que solo cuatro de cada diez personas con discapacidad participan en actividades económicas (INEGI, 2024). La falta de tecnologías para personas con discapacidad no es un detalle técnico; es una forma cotidiana de desigualdad.
Frente a este panorama, las respuestas del país han sido dispares. Persisten los “apoyos aislados”: entrega de sillas de ruedas, prótesis, ayudas económicas o evaluaciones médicas. Aunque indispensables, estas medidas no modifican de raíz la falta de un sistema nacional que desarrolle, fabrique, distribuya y repare tecnologías para personas con discapacidad. Son intervenciones que alivian necesidades inmediatas, pero no reducen la dependencia tecnológica ni fortalecen la innovación local.
Una alternativa más profunda se encuentra en el diseño accesible. Según Sheila Jasanoff (2004), sociedad y tecnología se co-producen: no basta con adaptar después lo que se diseñó para otros cuerpos; la accesibilidad debe estar presente desde el primer trazo. Esto es particularmente relevante para las tecnologías para personas con discapacidad, donde una mala decisión técnica puede significar aislamiento, riesgos físicos o pérdida de oportunidades educativas y laborales.
En la búsqueda de plantear alternativas para atender esta problemática desde las características particulares de México, podemos incorporar el enfoque latinoamericano de las Tecnologías para la Inclusión Social (TIS), desarrollado por Hernán Thomas (2012). Este planteamiento sostiene que la inclusión no depende de dispositivos aislados, sino de sistemas sociotécnicos que involucren a universidades, comunidades, gobiernos y colectivos ciudadanos. México tiene las capacidades para desarrollar tecnologías para personas con discapacidad fabricadas localmente, mediante laboratorios universitarios, talleres comunitarios, producción accesible con impresión 3D y redes territoriales de reparación. A diferencia de la dependencia de dispositivos importados, este enfoque crea autonomía tecnológica, reduce costos y fortalece la justicia social.
Si el país desea cerrar la brecha en el acceso a las tecnologías para mejorar la vida de las personas que viven con algún tipo de discapacidad, se requiere de una política pública integral. México podría impulsar un programa nacional que unifique a dependencias federales, instituciones educativas y organizaciones sociales para producir y adaptar tecnologías para personas con discapacidad con criterios de bajo costo, pertinencia territorial y mantenimiento garantizado. Al mismo tiempo, es indispensable establecer normas estrictas de accesibilidad para todo aquello que es tecnología: desde el transporte y los espacios públicos hasta el mobiliario escolar y hospitalario.
La financiación también debe cambiar. Un sistema de bancos de dispositivos, compras consolidadas, subsidios directos, talleres de reparación y modelos de economía circular puede reducir significativamente el costo final para las familias. Y, en el ámbito formativo, las escuelas técnicas, universidades y centros comunitarios deben integrar contenidos sobre tecnologías inclusivas; la accesibilidad no puede seguir siendo un conocimiento marginal.
Finalmente, la creación de un Observatorio Nacional de Tecnologías Inclusivas permitiría evaluar la calidad, accesibilidad y pertinencia de las tecnologías para personas con discapacidad que residen en el país, además de garantizar que las propias personas con discapacidad participen en la definición de prioridades, en la evaluación de dispositivos y en la identificación de barreras.
La tecnología, entendida en sentido amplio, no es un lujo ni un accesorio. Es una herramienta que define quién cuenta con movilidad, quién puede estudiar, quién puede comunicarse y quién puede vivir con autonomía. Cuando el acceso a una prótesis, una rampa funcional o una silla de ruedas adaptada depende del ingreso, de la región o de la suerte, no encontramos ante un acto de injusticia social. México tiene el conocimiento, las instituciones y la capacidad social para transformar esta realidad. Lo que falta es asumir que la tecnología es un derecho y que la inclusión no puede seguir esperando.
Fuentes:
Cámara de Diputados. (2024, 14 de junio). Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad (última reforma). https://www.diputados.gob.mx
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2020). Censo de Población y Vivienda 2020: La discapacidad en México. https://www.inegi.org.mx
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2024). Estadísticas a propósito del Día Internacional de las Personas con Discapacidad (ENADID 2023). https://www.inegi.org.mx
Jasanoff, S. (2004). States of Knowledge: The Co-production of Science and Social Order. Routledge.
Organización Mundial de la Salud & UNICEF. (2022). Global Report on Assistive Technology. World Health Organization.
Thomas, H. (2012). Tecnologías para la inclusión social: experiencias en América Latina. Ediciones UNQ.
Winner, L. (1987). La ballena y el reactor: Una búsqueda de los límites en la era de la alta tecnología. Gedisa.