Fallas geológicas activas en el subsuelo del Valle de México son la causa principal de sismos de baja magnitud
Ciudad Universitaria. UNAM miércoles 2 enero 2019.- De cuando en cuando, los habitantes de la Ciudad de México se enteran, mediante un boletín emitido por el Servicio Sismológico Nacional y divulgado por los medios de comunicación y redes sociales, que en alguna zona acotada de la ciudad capital se registró un sismo de baja magnitud.
¿Cuál es la causa de este tipo de sismos? ¿Por qué se tiene la impresión de que en la CdMx ahora hay más sismos locales que antes? ¿En qué zonas se registran con mayor frecuencia? ¿Qué debe hacer la población?
La causa principal de los sismos de baja magnitud son las fallas geológicas activas en el subsuelo del Valle de México. Los sismos ocurren sobre fallas preexistentes, y para que haya un sismo en un determinado punto debe haber abajo una falla activa.
El Valle de México está atravesado por una serie de fallas (ya cartografiadas por el Instituto de Geología (IGL) de la UNAM) que cuando son activadas por acumulación de esfuerzos, dan lugar a la sismicidad local, explicó Luis Quintanar Robles, investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.
Se ha dicho que el desmedido crecimiento inmobiliario de los últimos tiempos en esta urbe podría tener algún nexo con la ocurrencia de estos sismos. Al respecto, Leonardo Ramírez, investigador del Instituto de Ingeniería (II), realiza un estudio para saber si la intensidad con que la gente los siente está influida por la proximidad de grandes edificios.
“En esta investigación sobre lo que se llama interacción suelo-estructura, Ramírez ha observado que las estructuras de los grandes edificios pueden dar origen a una diferencia en la manera de sentir los sismos en sus inmediaciones”, refirió Quintanar Robles.
Longitud de las fallas
Estos sismos locales son de baja magnitud debido a que la longitud de las fallas que los originan no es tan grande como la de las fallas localizadas en las costas del Pacífico.
Por otro lado, cuando un sismo de gran magnitud ocurre fuera del Valle de México, especialmente en las costas del Pacífico, el subsuelo de la capital resiente la llegada de sus ondas (por lo general, muy energéticas), lo que puede provocar que las pequeñas fallas preexistentes se activen y desencadenen los sismos de baja magnitud que se sienten después.
Cabe aclarar que el origen y la formación de las fallas tienen causas geológicas, cuyos tiempos son muy extensos si los comparamos con el tiempo de vida de los seres humanos.
Como las fallas del subsuelo del Valle de México existen desde hace miles de años, los sismos de baja magnitud en la capital no han dejado de presentarse a lo largo de su historia. Con todo, la población tiene la impresión de que ahora hay más que antes.
Esto ocurre por dos razones fundamentales: hace 20 o 40 años, si un sismo de baja magnitud golpeaba una zona poco habitada pasaba inadvertido, pero en la actualidad el Valle de México está densamente poblado, así que cualquier sismo que ocurra aquí, por leve que sea, se sentirá por una parte de la población proporcionalmente mayor.
Y dos, porque antes sólo se contaba con una estación sismológica –la de Ciudad Universitaria–, y ahora el Servicio Sismológico Nacional tiene 30 estaciones de banda ancha en el Valle de México, lo que permiten detectar casi cualquier movimiento y reportarlo; esto sin contar las decenas de estaciones acelerográficas manejadas por dependencias como el Centro Nacional de Prevención de Desastres, el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (responsable de la alerta sísmica), y el mismo Instituto de Ingeniería.
“Hoy en día tiembla igual que antes, pero nuestra capacidad de detección ha aumentado en los últimos años, por eso se reportan más sismos de baja magnitud dentro del Valle de México”, subrayó Quintanar Robles.
Características técnicas
Además de ser de baja magnitud, los sismos originados en el Valle de México son muy superficiales: no alcanzan más allá de los cinco o 10 kilómetros de profundidad, a diferencia de los costeros, que pueden alcanzar una profundidad de 30 y hasta 50 kilómetros.
Desde un punto de vista técnico, obedecen a un tipo de “fallamiento normal”: fallas que existen a lo largo del Eje Neovolcánico.
La magnitud de los sismos locales en la Ciudad de México oscila entre 2, 2.1, y 3.3 o 3.4 (para aludir a la magnitud de un sismo, desde hace años ya no se usa la escala Richter ni se habla de grados; simplemente se dice magnitud 5, magnitud 6, magnitud 7…).
“La mayoría son de magnitud 2, 2.1, 2.2 o 2.3, por lo cual, fuera de su limitada área de influencia –que puede ser de unos dos o tres kilómetros a la redonda–, no son sentidos por nadie más”, remarcó el universitario.
En cuanto a su duración, es muy breve: de tres, cuatro o cinco segundos. Debe recordarse que la duración de un sismo está en relación directa con su magnitud: entre más alta sea, más tiempo durará, y viceversa.
Dado que se ubica prácticamente encima de las fallas que los originan, la gente siente estos sismos como diminutos brincos del suelo.
“Un sismo con un epicentro más alejado se percibirá como un movimiento oscilatorio, horizontal, no como un movimiento vertical. Y en efecto: el hecho de que un sismo de baja magnitud sea percibido por la gente como minúsculos brincos del suelo, indica que se encuentra encima de la falla que lo origina”, reiteró Quintanar Robles.
Zona más vulnerable
Desde la puesta en marcha de la Red Sísmica del Valle de México, en 1995, se ha visto que los sismos locales ocurren con más frecuencia en la zona Oriente de la Ciudad de México, sobre todo en las alcaldías de Tláhuac y Milpa Alta, y en los municipios de Texcoco e Ixtapaluca, en el Estado de México.
También se presentan, aunque con menos frecuencia, en Álvaro Obregón (Poniente), específicamente en las colonias Lomas de Tarango y Lomas de Becerra. Y en Coyoacán, Benito Juárez y Miguel Hidalgo, zona Centro.
Es importante que la población conozca las características del subsuelo de la zona donde vive, que revise los muros y las columnas de sus hogares, y si aparecen grietas, las repare de inmediato para evitar que en caso de un sismo muy grande sufran daños mayores, recomendó.
“El subsuelo de la Ciudad de México está dividido en tres zonas: del lago, de lomas y de transición. En la zona del lago (Oriente) los sismos, principalmente los que provienen de fuera del Valle de México, se sienten con una mayor intensidad y duran más que en la zona de lomas (Poniente). Los sismos locales tienen una magnitud tan baja que la probabilidad de que ocasionen el colapso de una construcción es mínima”, concluyó.