Una brigada por el silencio

El presente texto fue presentado y leído por la escritora, editora y poeta, Frida Varinia, con motivo de la presentación del poemario “Rojo Iridio” de Javier Contreras R. realizada el viernes 28 de febrero del 2025 en el auditorio Emiliano Zapata de El Colegio de Morelos, en la ciudad de Cuernavaca, Morelos.

Sucedió que todo lo memorable empezó a llegar.

Javier Contreras

La poesía convoca, evoca, invoca y nos provoca. La poesía signa, significa, resignifica y explica. La poesía cree, crea y pica la cresta.

La poesía intuye, induce, construye y te da la vuelta para renacer. La poesía sabe, simboliza, sintetiza y matiza.

La poesía es dialógica y dialéctica, necesita ser escuchada aún en el silencio y el olvido. La poesía nos mueve, conmueve, nos forma, deforma, conforma y trasforma.

La poesía expresa, dispersa, confiesa: muestra y demuestra. La poesía es síntesis, crisis y catarsis; pasión, emoción, ilusión; velo, desvelo y revelación.

La poesía melancólica, nostálgica y reminiscente: tiempo, memoria y olvido.

La poesía es, sin duda, esencia y sustancia; música, pausa, ausencia: es soledad y silencio. Y aquí me detengo en el paradigma del silencio, el cual no está pero significa, no se escucha, pero como resuena.

Rojo iridio de Javier Contreras me suena metálicamente intenso, es un poemario- bitácora de viaje; con sus estaciones muy bien definidas, en donde nos va narrando, metafóricamente, las sendas, las rutas, los caminos y los atajos reales e imaginaros de su propio viaje-vida; los espacios y paisajes. Y si algo nos queda claro de esta lectura Rojo iridio (bitácora de viaje), es este íntimo y personal apunte de emociones, verdades y alucinaciones, delirios y traiciones:

Traición es el olvido con el que todos nos volvemos indiferentes (JC. 83). Y que no hay camino de regreso, no hay retorno posible:
Nada en cambio / puede regresar a ese lugar /… arriba el viento sopla / Y nada, nada, /Nada revierte (JC. 51).

Sin embargo, no es en el camino, ni en sus estaciones donde me detendré, mas bien como quien usa el detector de metales, me he detenido a oír “el sonido del silencio”, diría el clásico, que es donde yo encuentro su eco y resonancia en mí; el silencio como paradigma, el silencio que busca las palabras soterradas en el corazón; las palabras que han enmudecido en lo más profundo del ser, que no han podido salir, enterradas en sotocoro de nuestra historia; pero que de pronto un poeta llegue impunemente a golpear el alma de la memoria y lance sus flechas de sentido incendiario sobre una bitácora que circula llena de versos que nos atraviesan. Y aquí nos acordamos de gran poeta maestro Mauricio Maeterlinck: “La palabra es plata y el silencio es oro… la palabra es tiempo y el silencio eternidad” Y aquí hacemos otra pausa para dejar pasar el caudal enorme que tiene la palabra eternidad, como la cola de un dragón que se pavonea por nuestra imaginación (M. Maeterlinck, La inteligencia de las flores. p. 146).

Este poemario es palabra y es silencio al “puritito”“ estilo del filósofo Ramón Xirau, lo cual quiere decir que “la palabra, en nuestra encarnación, vive en nosotros no sólo como espíritu, no soló como cuerpo sino como espíritu entrañado… la música callada… de la que hablaba san Juan” (R. Xirau. Palabra y silencio. p. 151).

La poesía con sus pausas hace música y al mismo tiempo borda un silencio que retumba en sus contradicciones, como lo escribe Javier:

Dónde vive todo eso
que descansa silenciosamente
… dónde vive cada silencio que agota ligeramente su serenidad ( JC. p. 74).

La presencia del silencio es muy evidente, si es que eso es posible, pero el poeta lo señala constantemente, en donde su memoria, su melancolía no tiene retorno, pero quedan esos ecos, esos silencios, como parte de un habitar del tiempo, un habitar del recuerdo porque: “hoy nuestros silencios / son repeticiones incansables” (JC. p. 17).

Entonces, este viaje se magnifica por sus contrastes, referencias al sonido ausente, a la ruptura de lo permanente y seguro para dejar pasar el sonido “… del río subterráneo o para disfrutar el “Huerto de los higos / Dulce dolor de la vida por tu distancia/… Higo que madura en silencio” (JC. pp-59-62).

El poeta va dejando su rastro, huellas del tigre descalzo, huella deleznable de paso corto por la arena del mundo, va dejando a su paso sobre el camino hasta llegar al punto en el que nos dice: “He venido aquí / para encender la llama/ de lo que el mundo ha olvidado” (JC. p.35). Como un auténtico atleta de la palabra ha prendido el pebetero con el incendio de Prometeo para marcar un nuevo derrotero, o quizás sólo sea romper un record en la vorágine de los días venideros.

El discurso poético aparece entonces ahí, donde nadie lo esperaba, bajo la lluvia, bajo la sombra de la muerte, en lo inesperado o en el asombro, en lo casual e inusitado; ahí se disponen a socavar el alma y cuando se presenta así como un cuaderno de trabajo, la colección de mariposas del osado poeta se convierten en un mosaico de impresiones, en donde retumba la música y sus notas, que sólo deja a su paso una memoria de sensaciones, tan efímeras como el parpadeo de una llama, diría el buen Bachelard:

“La lámpara tiene, desde entonces, dos polos, el polo de la lámpara y el polo de la página en blanco… un silencio hostil reina entonces en mi lámina… comienza todo de nuevo, comenzar a vivir escribiendo” (G. Bachelard. La llama de una vela. p.125-126).

La poesía nos confiesa, nos sacude, nos “silencia el alma” dice Javier, la poesía nos atraviesa y nos da la vuelta cósmica, la poesía es herramienta, flauta y suspiro. medio y fin último, es escritura, voz y desgarre, es la posibilidad de decirlo todo, por entregas, a plazos, de golpe y porrazo o callar para siempre esperando el leve zumbido de la muerte.

Frida Varinia Colegio de Morelos, Cuernavaca, 28 de febrero de 2025

Frida Varinia