La educación en el laberinto de su soledad
Antonio Ponciano Díaz
La pandemia le vino a dar un puntapié a la educación y esta arrinconada en una esquina sin saber qué hacer. Como siempre las víctimas son los más débiles y pobres de la cadena social. Por lo pronto miles de niñas, niños y jóvenes, están sufriendo, ya que tienen más de un año sin ir a la escuela. La Escuela es el espacio mágico donde la juventud encuentra las posibilidades de desarrollar su intelecto y su estado socioemocional. Ahí se siembra su futuro y sus amigos.
De por sí nuestro sistema educativo nacional ya experimentaba un profundo rezago y una crisis terrible que lo dejaba
sin rumbo claro. No está a discusión reconocer que el futuro de un país se construye con educación. Para nuestra desgracia más del 50 % de su población vive en pobreza. El 25 % de las personas solo estudiaron a nivel primaria, 22 % en educación media superior y tan solo el 19 % ha tenido una educación superior.
Por si esto fuera poco, los que han tenido el privilegio de estar en algún grado educativo, esto no significa que sea sinónimo de aprendizaje, por lo menos en educación básica. Las pruebas PISA, que permiten comparar los conocimientos adquiridos al terminar la educación básica en campos como matemáticas, lectura, ciencias, han evidenciado el rezago de México respecto del resto de los países de la OCDE. En la última prueba PISA realizada en 2018 y será la última porque a la 4T no le gustan las evaluaciones, solo el 1 % de los estudiantes mexicanos alcanzaron un nivel alto de competencias en al menos una de las tres áreas evaluadas.
La pandemia nos está evidenciando que vivíamos en el error y hoy se nos presenta como ¡horror! Saber que no somos capaces de producir una vacuna que salve nuestras vidas, dependemos de los que si se han tomado muy en serio la preparación de su gente. Los cortes de luz que padecen nuestros hermanos del norte, es porque no tenemos la tecnología para procesar y almacenar nuestro gas. Nuestro futuro seguirá estando en manos de una educación seria y no quedarnos atrapados en el laberinto de nuestra soledad.
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