Nuestros estudiantes están sufriendo
Antonio Ponciano Díaz
La pandemia ha sido un duro golpe para toda la humanidad. Con tristeza y dolor vemos como mucha gente está muriendo. El virus del Covid-19, sigilosamente, se ha apoderado de nuestra tranquilidad y sus efectos son desastrosos en diferentes sectores de la sociedad. En esta ocasión me refiero al tema educativo, especialmente, de la educación básica. Los alumnos desde preescolar hasta la preparatoria, de los tres hasta los 17 años en que deben completar su formación básica están perdiendo la ilusión, el encanto por el conocimiento y; lo peor, están viendo cómo se fractura su futuro.
Los jóvenes de estas edades son inquietos, curiosos, observadores. Son juguetones, tienen sueños y anhelos, están aprendiendo lo que es la vida y el mundo. De repente perdieron el contacto físico con sus amigos, con el salón de clase y con el maestro. Ya no hay recreos ni intercambio de alimentos ni juegos ni parloteo ni abrazos ni saludos. Hay desconcierto, miedo, mucho miedo y estrés, que no saben cómo expresarlo, pero están sufriendo en silencio.
Es cierto que las clases no se han terminado. El nuevo salón de clases es virtual, reciben instrucciones de un maestro, por televisión, que no pueden tocar. Mucho trabajo y muchas tareas, que para los padres de familia es tortuoso porque no saben ser maestros ni contestar las preguntas ni dudas de sus hijos y muchos ni siquiera saben manejar el Internet. Para los maestros es una carga de trabajo adicional, revisar y calificar trabajos sin tener la certeza de que sus alumnos están aprendiendo y como si esto fuera poco, aumenta el trabajo, pero no el salario.
Son tiempos difíciles, el cambio ha sido brutal y en medio de todo este desconcierto vale la pena recordar lo que una vez expresara Charles Darwin “Las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”.
El Estado debiera poner mejor atención en la juventud en estos momentos aciagos porque ellos son el futuro de nuestro país. Los padres no dejar a sus hijos a su suerte y los maestros hacer lo que mejor saben hacer, enseñar.
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